Míster Balón

Copérnico lo dijo primero, Galileo lo propagó: "La tierra es redonda, igual que un balón de fútbol".



Aunque pueda resultar oportunista, la imagen de Rafael Van der Vaart corriendo por la banda para celebrar el gol decisivo en el minuto 91, con su camiseta interior al aire, representa en muchas cosas la esencia del fútbol. El holandés ha dado la vuelta por completo a su situación en el equipo blanco de una forma que sólo saben hacerlo los futbolistas con casta y calidad para poder hacerlo. Despreciado por el Real Madrid, fuera la lista de los 25 jugadores de la plantilla, en el mes de julio era un futbolista acabado por quien no se interesaba ningún club europeo para incorporarlo a sus filas. Le dijeron que se buscara equipo... y no lo encontró. Un año antes había llegado al club procedente del Hamburgo, a cambio de 14 millones de euros, como buen jugador de complemento dotado de gran prestigio en su país y en Alemania, pero poco valorado en nuestro fútbol. La sobredosis de holandeses en el club blanco ayudó también a ser poco valorado por una afición descontenta con el juego del equipo. Sin embargo, Van der Vaart tiene unas condiciones muy interesantes para cualquier equipo de alto nivel, incluido el Madrid: un golpeo excelente con el pie izquierdo, juego al primer toque, gran calidad para los disparos a balón parado, visión de juego, calidad, casta, capacidad para defender y atacar... y además es buena gente. En el Real Madrid de los Gagos, los Diarrás, los Drenthes y demás fauna era una injusticia la marginación de un futbolista importante. El holandés se ha ganado el dorsal que le quitaron en verano y un lugar en el equipo. Hoy por hoy, el rendimiento del Real Madrid es superior con Rafael en el campo que con Kaká. Los próximos meses se van a poner interesantes.

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