Queda para la anécdota que Bobby Robson fue quien trajo como traductor a José Mourinho, a aquel Barça "post Cruyff". Un Barcelona del nuñismo que por aquel entonces vivía en la permanente inestabilidad institucional y futbolista, tan distinto al de ahora. Robson entrenó sólo un año a los azulgrana, pero le dio tiempo a hacer una temporada envidiable con la conquista de una Supercopa, una Recopa y una Copa del Rey. La imagen que dejó el inglés en nuestro país fue la de todo un caballero, la misma que sembró por todos los campos de los países por donde pasó. Tenía un aire a lo Molowny, a lo Del Bosque, para ser más exactos. Entrenadores impresionantes que no se dan ninguna importancia a sí mismos y toda a los jugadores. Tan distintos a los Mourinhos y los Wenger de hoy en día. Son entrenadores que con su propia actitud no parecen tan esenciales para el éxito de sus equipos. Bobby fue además uno de los mejores futbolistas de su época. Curiosamente, el hijo de un minero inglés fue gentleman que paseó su fútbol en el Fulham y en el West Bromwich. Siempre con una sonrisa, siempre con un gesto educado, Robson fue muy querido por todos. Hace un par de años falleció y el mundo no ha encontrado aún otro Robson en fútbol internacional a quien querer.