Míster Balón

Copérnico lo dijo primero, Galileo lo propagó: "La tierra es redonda, igual que un balón de fútbol".


Cuando un entrenador y, con ello, un club como el Real Madrid apuestan por una línea tan agresiva y antipática como la que proclama su actual técnico José Mourinho, esa política tan impopular sólo puede ser apoyada y respaldada (aunque ni aun así) en el caso de obtener un torrente de triunfos arrollador. Bien, pues después de perder este fin de semana frente al Levante, los blancos han empatado ante el Racing. Un equipo que ha gastado más de 300 millones de euros en dos años no ha podido con dos equipos cuyo plantel entero no ha costado lo que el más barato de los fichajes blancos. Qué añoranza de los tiempos de Vicente del Bosque en el banquillo.


Cuando no son los árbitros, es el entrenador del contrario, o el ayudante del entrenador y le meto el dedo en el ojo... Cuando no es un futbolista contrario que se tira, es uno de los míos que le pegan y el árbitro no pita falta. Cuando no es por una u otra cosa el culpable es un jugador del propio equipo. El culpable fue Pedro León como ahora es Albiol, central de la campeona del Mundo ahí es nada, o el responsable es el bueno de Khedira. Todos son los culpables menos Carvalho (excelente central que ahora se merece el banquillo en beneficio del defensa campeón del mundo), menos Pepe (innoble para vestir la camiseta merengue) o el caótico Coentrao (el lateral de los 30 millones que ahora aprende a jugar de mediocentro). Todos muy buenos pero nunca cuestionados por su preparador. Mourinho ha hecho y deshecho lo que ha querido para tener el Madrid que siempre ha querido. Un equipo disciplinado, aguerrido, malencarado y borde. Este es el equipo que debe cautivar a la afición y a todos esos niños que cada año deciden de que equipo ser. Hoy ha defendido la tangana de sus jugadores frente al Levante. Otro partido perdido en el campo y fuera de él. Hoy el Marca abre en portada con un nuevo capítulo del serial de Neymar. En fin.


Neymar, por favor, quédate en Brasil. Quédate en tu tierra, quédate en tu Santos del alma, pero, por favor, no vengas a Madrid ni a Barcelona. Un día que sí, otro día que no. Que si cláusulas secretas, que si después del Mundialito de Clubes o tras las Olimpiadas. Neymar, no vengas. Eres otro Robinho, otro más del montón que mucho promete pero poco hace. Eres un reclamo para vender camisetas, pero probablemente seas otro espantador de títulos. Mucho regate, mucha filigrana, bicicletas y ronditos, taconazos y crestas de gallo, pero nada de nada. Neymar, ni eres ni serás nunca un Messi, ni un Cristiano, ni un Zidane, ni un Ronaldinho. Neymar, no serás nunca un Iniesta ni un Xavi ni un Cesc ni un Thiago. Serás un bluf y, Neymar, sinceramente muchos estamos ya hasta el gorro de tanta tontería.