El acuerdo del FC Barcelona con Qatar Foundation ha generado una controversia incomprensible e incongruente por las distintas críticas que han surgido de diferentes ámbitos de la prensa, del barcelonismo y del aficionado en general. En un mundo como el actual, globalizado y multilateral en el que miles de empresas operan en diferentes países, democráticos y antidemocráticos, suena extraño que alguien ponga en cuestión un acuerdo que va a reportar al Barça la friolera de 165 millones de euros. Una talegada descomunal que paliará, y dará brillo y esplendor a la organización azulgrana. Miles de empresas españolas hacen negocios en Qatar, miles de españoles trabajan con Qatar. Con Qatar y con China, y con Marruecos, y con Cuba, y con Rusia, y con decenas de países donde no se estilan precisamente los valores democráticos occidentales.Y ¿alguien ha criticado a las empresas españolas que hacen negocios en estos países? Y tampoco creo que un club por llevar publicidad de, por ejemplo, marcas como Nike o cualquier producto que se fabrique en China, esté patrocinando una idelogía o unas condiciones laborales y humanas determinadas. Lo de Unicef está muy bien, pero seguro que los aficionados culés quieren que el club siga pagando la nómina a los Messi, Xavi, Iniesta y etc. El presidente Sandro Rosell ya ha dicho que este acuerdo ha sido felicitado por los bancos y "ayudará a tapar los agujeros" y a pagar los sueldazos. Es conveniente recordar que, para poder pagar las nóminas de los jugadores, el club blaugrana vendió este verano al ucranio Chigrinsky por diez millones de euros menos de los que pagó sólo un año antes. Y también es conveniente explicar que el Barcelona firmó el pasado verano un crédito con diez entidades financieras por un total de 155 millones de euros. Ni las empresas españolas son malas ni peores por hacer negocios con estos países ni el Barça por pintar en su camiseta el nombre de Qatar.