Empieza el nerviosismo en el Chelsea a cuenta de Fernando Torres. El delantero español lleva ya 648 minutos con la camiseta del club londinense y todavía no ha cantado un solo gol. Fueron 58 millones de euros los que pagó Roman Abramovich por el exfutbolista de los reds, un precio, tal y como está el mercado, sacado completamente de contexto. Hoy en día esa cantidad sólo sería merecedora de dos cracks: Messi y Cristiano Ronaldo. Nadie más se le acerca. Torres nunca fue un goleador puro, sí un delantero que marca goles con cierta regularidad y que ha hecho temporadas brillantes, como la primera con el Liverpool, pero nunca ha sido un Villa, un Raúl, un Van Nistelrooy, un Trezeguet, un Rooney ni un Inzaghi. Se trata de un punta más efectista que eficaz, tipo Claudio López, Cisse, Van Persie, o Podolski. Delanteros que golean y que son muy buenos cuando están en su punto, pero a quienes les cuesta un mundo meterla entre los tres palos cuando no están finos. Hay otros que hacen goles aun con veinte kilos de más, como el brasileño Ronaldo o incluso lesionados. Pero no es el caso. En Liverpool, con Luis Suárez y Carroll (comprado también a precio excesivo) deben están muy satisfechos con la operación de 2x1. Pero el problema no es Torres, sino de quien paga esas cantidades salvajes por un goleador que no lo es tanto.